Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
Culpable. (Del lat. culpabĭlis). adj. Se dice de la persona a quien se imputa una acción u omisión ilícitas por haberlas cometido de forma deliberada o con negligencia de sus deberes. U. t. c. s. 2. Se dice de las acciones y cosas inanimadas. 3. Der. Dicho de una persona: Declarada responsable civil o penalmente. U. t. c. s.
Cuando Dios creó el universo por su infinito amor, todo era hermoso y perfecto. El mundo fue retocado por el espíritu de Dios (Gn.1:1-2) hasta llegar a convertirse en un paraíso de increíble ver, con diversas formas de vida y de bendiciones naturales maravillosas (Gn.1:29). En este lugar de ensueño, a imagen y semejanza de su Hacedor fue puesto el hombre, cuya tarea consistía en administrar con responsabilidad todos los bienes terrenos una vez dados por Dios a él (Gn.2:15).
Programado para eternidad, según los propósitos de Dios, para no morir ni adolecer de enfermedades de cualquier índole, para no experimentar dolor alguno ni tristezas, para no pasar por situaciones morales y emocionales agobiantes y deprimentes, el hombre altera la naturaleza gloriosa de la antigua creación al desobedecer a Dios, rompiendo su equilibrio, dejando ir de las manos la vastedad tantos bienes materiales y privilegios espirituales que poseía y que Dios le había concedido por su misericordia, tornando el universo por su rebeldía en una condición caótica y mortal (Gn.3:17: «…maldita será la tierra por tu causa»), para trasformase a causa de su error en un agente corrupto que ahora declinaba físicamente hasta morir, y lo más importante, que sucumbió espiritualmente para condenación, a causa de su apresurada y ambiciosa decisión, como consecuencia del pecado que entró en él, apestando con su destructora virulencia el resto de la humanidad postrera en general.
Pablo nos dice que el pecado entró al mundo por un hombre, y por el pecado, la muerte, que comprometió a la humanidad en general, para interminable destrucción.
«Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron» (Ro.5:12).
Lo más grave del caso, es que el pecado separó al hombre de Dios, aparándolo de su gloriosa presencia para siempre:
«…por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios…» (Ro.3:23).
«…los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros)» (2 Ts.1:9-10).
Así, a través de muchas generaciones, todos los individuos humanos son concebidos en pecado, por el único hecho de descender de la primera pareja que participó en el conciente acto de desobedecer a Dios y que permitió su enterada en el mundo para muerte y condenación.
El rey David, conocía lo antes explicado sin lugar a duda:
« He aquí, en maldad he sido formado,Y en pecado me concibió mi madre» (Sal.51:5).
Sin justificaciones ni excusas, somos hallados culpables delante de Dios, a pesar de no haber participado directamente en la primera rebelión del mundo recién creado, hecho que se suscitó en el Huerto del Edén y que puso al hombre en el profundo abismo de la perdición, al separarse de Dios por efecto del pecado (Is.59:2). Por consecuencia, nadie es merecedor de la vida eterna, porque todos somos pecadores, y el pecado, no es visto nada bien por Dios, porque lo aborrece, porque es contrario a su naturaleza inmaculada y santa.
Consecuencias en el cosmos por causa del pecado:
Hablamos que por causa del pecado, el universo se tornó diferente, perecedero (Ro. 8:20). Es obvio, que el mundo no es hoy como al principio. El cambio, fue radical. Dios maldijo la tierra y nuevas condiciones empezaron a manifestarse en su faz: cardos y espinas aparecieron (Gn. 3:18). La hierba ya no era regadas como siempre por el vapor que emanaba de la tierra (Gn.2:5-6), la edad de las personas empezó a disminuir, los hombres se dedicaron con devoción y entrega exclusivamente a pecar, hacer el mal sin el más insignificante temor a Dios (Gn. cap. 6). Por este motivo, las aguas justicieras cubrieron aquellos hombres cuya maldad e incredulidad imperaban coronadas en victoria en sus empedrados corazones, pereciendo anegados por estas turbulentas aguas que violentamente brotaron de lo hondo del abismo, que provenían de las fuentes de los cielos con el fin de raerlos por completo, sin consideración alguna de lo Alto (Gn. 7:11, 19; 2 P. 3:6). Solamente sobrevivieron ocho personas al cataclismo de extensión universal.
Después, la tierra fue poblada nuevamente a través de la descendencia de Noé, pero los hijos de los hombres continuaron haciendo el mal y hogaño, nada ha cambiado en realidad. Las mismas cosas inicuas se practican. La diferencia estriba, que en estos días el pecado y la maldad se han acentuado increíblemente con mayor fuerza, con un terrorífico aumento al paso de los días. Por otro lado, el amor, inversamente, ha declinado por el rápido incremento del pecado y de la maldad:
«…y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará» (Mt.24:12).
Hoy por hoy, el pecado, con sus efectos deletéreos, sigue causando marcados estragos cómo jamás nunca se había visto en la historia de la humanidad, en la tierra donde se encuentra anclada sin Dios y sin esperanza, siguiendo la mundanal ruta que lleva al infierno de fuego. El planeta en que vivimos, es constantemente convulsionado con una diversidad de eventos naturales que han hecho temblar a las naciones de miedo e incertidumbre. Movimientos telúricos catastróficos despliegan su poder incontrolable por los cuatros cabos terráqueos, arrasadores tsunamis y ciclones han azotado las costas inundándolas y provocando un notable número de bajas humanas con su furia arremetedora. El calentamiento global a colocado en un "subibaja″ a los climas que afectan con gravedad y de notable modo toda la vida animal y vegetal, terrestre como acuática.
Este nublado vigente acontecer en el mundo, tendrá que ser tomado muy en cuenta, como una importante y oportuna referencia, por los creyentes en Cristo y de fino discernir, con el fin de fortalecerse y afirmarse más en las santas escrituras porque advierte que el fin del mundo y sus principios supinos, está muy cerca:
« Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca» (Ap.1:3).
El actual auge del pecado y la maldad están conduciendo al mundo al peor momento de su historia, cómo nunca jamás lo ha habido, desde su creación hasta este preciso instante, y que hará acto de presencia con inigualable lobreguez en el entablado del gran teatro del mundo: La gran tribulación final (Mt.24:21).
El Medio Oriente es hoy un reloj bíblico qué anuncia que los sistemas del mundo están por concluir: el llamado Tiempo de los Gentiles (Lc.21:24). El conflicto árabe-israelí es un seguro marcador que muestra la pronta consumación de los últimos tiempos de las naciones gentiles que ocurrirá cuando el Hijo de Dios venga visible por segunda vez a la corrompida y enferma tierra. La profecía bíblica escatológica narra los hechos bélicos que están relacionados o que son afines con la venida del Hijo de Dios a la tierra en gran poder y gloria, visible para el mundo perverso, porque «todo ojo le verá» (Mt. 24:30; Ap.1:7), y que logrará rescatar de una muerte segura a Israel de sus enemigos poderosos que serán consumidos por el resplandor de su abrasador y letal fuego, cuando descienda del cielo en ira y enojo magno, apartando al pueblo de Jacob de la impiedad, limpiándolo de sus pecados para que sean merecedores del milenario y teocrático reino terrenal de Cristo (Ro. 11:26-27; Zac.14:3, 12; 2 Ts. 2:8; Ap. cap. 19). La crisis mundial, el engaño religioso, que no tienen precedentes, si las comparamos con cualquier época de la historia del mundo, apuntan sin duda al pronto retorno de Cristo que juzgará al mundo con equidad. Él dictaminará en su jucio: para vida o para muerte. «…he aquí, el Juez está delante de la puerta» (Stg. 5:9).
La Biblia comenta que el Cordero de Dios, Cristo, fue inmolado «desde el principio del mundo», es decir, al inicio de su creación (Ap.13:8). En esta prolepsis, Juan declara el plan antiguo de Dios para justificar con la muerte vicaria de su Hijo Jesucristo a los hombres sumergidos en los cenagosos pantanos del pecado y la maldad (Jn.1:4; 3:16), quien vino a deshacer las obras del diablo (1 Jn. 3:8), ente maligno y espiritual (Ef. cap. 6) que nubla y ciega el entendimiento de los incrédulos para que no les alumbre el evangelio del reino de Dios proclamado por el Mesías Hombre, para que aprueben otro evangelio, uno trastocado y que condena (2 Co.4:4; Ga. 1:7-9; Hech.1:3).
Es cierto que necesario creer que Cristo es el Señor y que Dios lo levantó de los muertos para ser salvos (Ro.10:9, 10, 13), pero es de importancia imprescindible conocer sobre todo su predicación, su anuncio (Ro.10:16; Mr.16:16), que habla del reino de Dios en un mundo futuro y restituido en el que habrá de consumarse con literalidad la salvación de los creyentes en Cristo (1 P. 1:5). Sólo los dignos podrán ingresar al reino teócratico del Señor:
«Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis» (2 Ts.1:5).
«Jehová es tardo para la ira y grande en poder, y no tendrá por inocente al culpable. Jehová marcha en la tempestad y el torbellino, y las nubes son el polvo de sus pies…» (Nah. 1:3).
Todo hombre es culpable y reo de juicio al no creer en Cristo (Jn. 3:36) y en su mensaje salvífico, el del evangelio del reino de Dios. Muchos por necedad e ignorancia deliberada (porque no quieren aceptarlo) creen que Dios es tan sólo «amor» (1 Jn.4:8), pero la Biblia aclara qué también es «fuego consumidor» (Heb. 12:29). Justifican su postura pecadora en esta premisa antibíblica, formalizada en sus carnales e inconversos corazones, que aprueban con egoísmo lo que les conviene, que aman al mundo y no a Dios, al que tienen marginado en los profundos sótanos del olvido y de la indiferencia.
Vendrá el tiempo en que cada persona, sin excepción, recibirá su paga conforme sus obras (Ap. 20:13). Unos «resplandecerán como el resplandor del firmamento», cuando resuciten para vida eterna; otros, los culpables, serán despertados «para vergüenza y confusión perpetua» (Dn.12:2-3).
Los dejo con estos tremendos textos para una muy seria meditación:
«No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz (de Cristo); y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación » (Jn.5:28-29).
«Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego» (Ap.20:11-15).
Dios les bendiga siempre.
Culpable. (Del lat. culpabĭlis). adj. Se dice de la persona a quien se imputa una acción u omisión ilícitas por haberlas cometido de forma deliberada o con negligencia de sus deberes. U. t. c. s. 2. Se dice de las acciones y cosas inanimadas. 3. Der. Dicho de una persona: Declarada responsable civil o penalmente. U. t. c. s.
Cuando Dios creó el universo por su infinito amor, todo era hermoso y perfecto. El mundo fue retocado por el espíritu de Dios (Gn.1:1-2) hasta llegar a convertirse en un paraíso de increíble ver, con diversas formas de vida y de bendiciones naturales maravillosas (Gn.1:29). En este lugar de ensueño, a imagen y semejanza de su Hacedor fue puesto el hombre, cuya tarea consistía en administrar con responsabilidad todos los bienes terrenos una vez dados por Dios a él (Gn.2:15).
Programado para eternidad, según los propósitos de Dios, para no morir ni adolecer de enfermedades de cualquier índole, para no experimentar dolor alguno ni tristezas, para no pasar por situaciones morales y emocionales agobiantes y deprimentes, el hombre altera la naturaleza gloriosa de la antigua creación al desobedecer a Dios, rompiendo su equilibrio, dejando ir de las manos la vastedad tantos bienes materiales y privilegios espirituales que poseía y que Dios le había concedido por su misericordia, tornando el universo por su rebeldía en una condición caótica y mortal (Gn.3:17: «…maldita será la tierra por tu causa»), para trasformase a causa de su error en un agente corrupto que ahora declinaba físicamente hasta morir, y lo más importante, que sucumbió espiritualmente para condenación, a causa de su apresurada y ambiciosa decisión, como consecuencia del pecado que entró en él, apestando con su destructora virulencia el resto de la humanidad postrera en general.
Pablo nos dice que el pecado entró al mundo por un hombre, y por el pecado, la muerte, que comprometió a la humanidad en general, para interminable destrucción.
«Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron» (Ro.5:12).
Lo más grave del caso, es que el pecado separó al hombre de Dios, aparándolo de su gloriosa presencia para siempre:
«…por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios…» (Ro.3:23).
«…los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros)» (2 Ts.1:9-10).
Así, a través de muchas generaciones, todos los individuos humanos son concebidos en pecado, por el único hecho de descender de la primera pareja que participó en el conciente acto de desobedecer a Dios y que permitió su enterada en el mundo para muerte y condenación.
El rey David, conocía lo antes explicado sin lugar a duda:
« He aquí, en maldad he sido formado,Y en pecado me concibió mi madre» (Sal.51:5).
Sin justificaciones ni excusas, somos hallados culpables delante de Dios, a pesar de no haber participado directamente en la primera rebelión del mundo recién creado, hecho que se suscitó en el Huerto del Edén y que puso al hombre en el profundo abismo de la perdición, al separarse de Dios por efecto del pecado (Is.59:2). Por consecuencia, nadie es merecedor de la vida eterna, porque todos somos pecadores, y el pecado, no es visto nada bien por Dios, porque lo aborrece, porque es contrario a su naturaleza inmaculada y santa.
Consecuencias en el cosmos por causa del pecado:
Hablamos que por causa del pecado, el universo se tornó diferente, perecedero (Ro. 8:20). Es obvio, que el mundo no es hoy como al principio. El cambio, fue radical. Dios maldijo la tierra y nuevas condiciones empezaron a manifestarse en su faz: cardos y espinas aparecieron (Gn. 3:18). La hierba ya no era regadas como siempre por el vapor que emanaba de la tierra (Gn.2:5-6), la edad de las personas empezó a disminuir, los hombres se dedicaron con devoción y entrega exclusivamente a pecar, hacer el mal sin el más insignificante temor a Dios (Gn. cap. 6). Por este motivo, las aguas justicieras cubrieron aquellos hombres cuya maldad e incredulidad imperaban coronadas en victoria en sus empedrados corazones, pereciendo anegados por estas turbulentas aguas que violentamente brotaron de lo hondo del abismo, que provenían de las fuentes de los cielos con el fin de raerlos por completo, sin consideración alguna de lo Alto (Gn. 7:11, 19; 2 P. 3:6). Solamente sobrevivieron ocho personas al cataclismo de extensión universal.
Después, la tierra fue poblada nuevamente a través de la descendencia de Noé, pero los hijos de los hombres continuaron haciendo el mal y hogaño, nada ha cambiado en realidad. Las mismas cosas inicuas se practican. La diferencia estriba, que en estos días el pecado y la maldad se han acentuado increíblemente con mayor fuerza, con un terrorífico aumento al paso de los días. Por otro lado, el amor, inversamente, ha declinado por el rápido incremento del pecado y de la maldad:
«…y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará» (Mt.24:12).
Hoy por hoy, el pecado, con sus efectos deletéreos, sigue causando marcados estragos cómo jamás nunca se había visto en la historia de la humanidad, en la tierra donde se encuentra anclada sin Dios y sin esperanza, siguiendo la mundanal ruta que lleva al infierno de fuego. El planeta en que vivimos, es constantemente convulsionado con una diversidad de eventos naturales que han hecho temblar a las naciones de miedo e incertidumbre. Movimientos telúricos catastróficos despliegan su poder incontrolable por los cuatros cabos terráqueos, arrasadores tsunamis y ciclones han azotado las costas inundándolas y provocando un notable número de bajas humanas con su furia arremetedora. El calentamiento global a colocado en un "subibaja″ a los climas que afectan con gravedad y de notable modo toda la vida animal y vegetal, terrestre como acuática.
Este nublado vigente acontecer en el mundo, tendrá que ser tomado muy en cuenta, como una importante y oportuna referencia, por los creyentes en Cristo y de fino discernir, con el fin de fortalecerse y afirmarse más en las santas escrituras porque advierte que el fin del mundo y sus principios supinos, está muy cerca:
« Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca» (Ap.1:3).
El actual auge del pecado y la maldad están conduciendo al mundo al peor momento de su historia, cómo nunca jamás lo ha habido, desde su creación hasta este preciso instante, y que hará acto de presencia con inigualable lobreguez en el entablado del gran teatro del mundo: La gran tribulación final (Mt.24:21).
El Medio Oriente es hoy un reloj bíblico qué anuncia que los sistemas del mundo están por concluir: el llamado Tiempo de los Gentiles (Lc.21:24). El conflicto árabe-israelí es un seguro marcador que muestra la pronta consumación de los últimos tiempos de las naciones gentiles que ocurrirá cuando el Hijo de Dios venga visible por segunda vez a la corrompida y enferma tierra. La profecía bíblica escatológica narra los hechos bélicos que están relacionados o que son afines con la venida del Hijo de Dios a la tierra en gran poder y gloria, visible para el mundo perverso, porque «todo ojo le verá» (Mt. 24:30; Ap.1:7), y que logrará rescatar de una muerte segura a Israel de sus enemigos poderosos que serán consumidos por el resplandor de su abrasador y letal fuego, cuando descienda del cielo en ira y enojo magno, apartando al pueblo de Jacob de la impiedad, limpiándolo de sus pecados para que sean merecedores del milenario y teocrático reino terrenal de Cristo (Ro. 11:26-27; Zac.14:3, 12; 2 Ts. 2:8; Ap. cap. 19). La crisis mundial, el engaño religioso, que no tienen precedentes, si las comparamos con cualquier época de la historia del mundo, apuntan sin duda al pronto retorno de Cristo que juzgará al mundo con equidad. Él dictaminará en su jucio: para vida o para muerte. «…he aquí, el Juez está delante de la puerta» (Stg. 5:9).
La Biblia comenta que el Cordero de Dios, Cristo, fue inmolado «desde el principio del mundo», es decir, al inicio de su creación (Ap.13:8). En esta prolepsis, Juan declara el plan antiguo de Dios para justificar con la muerte vicaria de su Hijo Jesucristo a los hombres sumergidos en los cenagosos pantanos del pecado y la maldad (Jn.1:4; 3:16), quien vino a deshacer las obras del diablo (1 Jn. 3:8), ente maligno y espiritual (Ef. cap. 6) que nubla y ciega el entendimiento de los incrédulos para que no les alumbre el evangelio del reino de Dios proclamado por el Mesías Hombre, para que aprueben otro evangelio, uno trastocado y que condena (2 Co.4:4; Ga. 1:7-9; Hech.1:3).
Es cierto que necesario creer que Cristo es el Señor y que Dios lo levantó de los muertos para ser salvos (Ro.10:9, 10, 13), pero es de importancia imprescindible conocer sobre todo su predicación, su anuncio (Ro.10:16; Mr.16:16), que habla del reino de Dios en un mundo futuro y restituido en el que habrá de consumarse con literalidad la salvación de los creyentes en Cristo (1 P. 1:5). Sólo los dignos podrán ingresar al reino teócratico del Señor:
«Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis» (2 Ts.1:5).
«Jehová es tardo para la ira y grande en poder, y no tendrá por inocente al culpable. Jehová marcha en la tempestad y el torbellino, y las nubes son el polvo de sus pies…» (Nah. 1:3).
Todo hombre es culpable y reo de juicio al no creer en Cristo (Jn. 3:36) y en su mensaje salvífico, el del evangelio del reino de Dios. Muchos por necedad e ignorancia deliberada (porque no quieren aceptarlo) creen que Dios es tan sólo «amor» (1 Jn.4:8), pero la Biblia aclara qué también es «fuego consumidor» (Heb. 12:29). Justifican su postura pecadora en esta premisa antibíblica, formalizada en sus carnales e inconversos corazones, que aprueban con egoísmo lo que les conviene, que aman al mundo y no a Dios, al que tienen marginado en los profundos sótanos del olvido y de la indiferencia.
Vendrá el tiempo en que cada persona, sin excepción, recibirá su paga conforme sus obras (Ap. 20:13). Unos «resplandecerán como el resplandor del firmamento», cuando resuciten para vida eterna; otros, los culpables, serán despertados «para vergüenza y confusión perpetua» (Dn.12:2-3).
Los dejo con estos tremendos textos para una muy seria meditación:
«No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz (de Cristo); y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación » (Jn.5:28-29).
«Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego» (Ap.20:11-15).
Dios les bendiga siempre.