Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
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¿Nunca se ha preguntado, estimado hermano que nos visita y que nos lee, a quién exactamente se está dirigiendo el Señor Jesucristo en Mt.7:22?:
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«Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad».
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Obviamente Cristo no se esta dirigiendo en el texto de la ocasión a quienes profesan el catolicismo romanista, ni a los Testigos de Jehová, ni a los cristadelfinos, ni tampoco a los satanistas y luciferinos, ni tampoco a los gnósticos, ni a los agnósticos, ni a los novoeristas, menos, a los filósofos e incrédulos. El texto va dirigido nada más ni menos al grupo de personas que tienen una etiqueta de cristiandad y que se caracterizan por practicar el «arte» de exorcizar demonios, que oran por milagros y sanidades sobrenaturales y que profetizan en el nombre de Jesucristo. Se trata, exclusivamente, de las personas que componen las iglesias denominadas como pentecostales o neopentecostalistas (carismáticas) porque solo en ellas se realizan estos actos, regularmente. El resto de individuos o personas, quedan con seguridad, descartadas.
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En el texto ha tratar, la pregunta que hacen los enjuiciados es retórica y defensiva, sarcástica y demandante: « ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre hacíamos esto y aquello. . . ?» Mas el Juez, que es el Hijo del Hombre, da el fatídico veredicto: «Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad». Estas personas en un inicio creyeron con certeza servir a Dios con todo el corazón, fueron sinceros delante de él, pero estaban en lo absoluto errados en los principios doctrinales y que los llevaron a creer en un Dios profano y en un Cristo torcido. Como vemos, en el juicio futuro, será develado su engaño religioso. O se cree bien, o se cree mal. Para tristeza y desgracia, «las buenas intenciones también irán a parar al Infierno de Fuego», porque:
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«Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte» (Pr.16:25).
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En alguna parte de este blog hemos explicado conforme las Escrituras que los milagros y las profecías dejaron de existir definitivamente ya (Un paréntesis: En cierta ocasión, algún cerrado e incapaz por allí me juzgó de ser «un teólogo liberalista». En primer lugar, no poseo credencial alguna que me avale como un teólogo oficial «equis»; en segundo lugar, la teología liberal no aprueba como verdaderos los actos milagrosos de Dios que la Biblia enseña, considerándolos como una soberana falacia. A diferencia de la teología liberalista, yo si los apruebo, porque creo en el infinito e incomparable poder sobrenatural de Dios, que hizo todas las cosas; lo que no apruebo, es la arrogante declaración de los patanes que dicen que por medio de Dios los han hecho, confundiendo: y mayores cosas harán), y es también para los tiempos actuales (1 Co.13:8). Todo lo que el hombre requiera o necesite para ser salvo y santificado lo puede encontrar en la Biblia. No ha nada fuera de ella que pueda ayudarle. Dios es sabio, y por algo existen exactamente sesenta y seis libros integrando el Libro Sagrado de Dios (Heb.1:1). La Biblia da crédito de los actos milagrosos y portentos increíbles de Dios por medio de su Hijo Jesucristo y da testimonio además de que él provenía del Padre Celestial. Ahora que la Biblia está completa, las manifestaciones milagrosas de parte de Dios ya no son necesarias porque tenemos la Palabra fidedigna que respalda su veracidad, que nos muestra con importancia las enseñanzas que nos encaminan al Reino Venidero Terrenal, propósito principal de Dios para con los hombres que están muertos en el pecado y que van directos a la condenación. No hay alternativa fuera del Dios bíblico que pueda salvar.
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¿Necesitamos de más milagros y portentos para saber que provienen de un Dios poderoso y existente? ¿Buscamos a Dios en las iglesias para que nos alivie de nuestros males y enfermedades incurables, para la búsqueda de las comodidades y riquezas que el mundo ofrece cuyo dueño y tirano es el Maligno, o para conocer sus ideales santos que nos han de llevar a su Reino en el futuro? Yo creo, sin temor a equivocarme, que si una persona que se dice ser un creyente en Cristo anhela dentro de sí mirar sucesos milagrosos, aparte de los que la Biblia reporta, no bastándole con los que ya se relatan en ella, he de suponer que esa persona permanece incrédula, no solo al poder de Dios, sino también a él mismo. Quiere estar segura que la prueba bíblica sea fidedigna. Es escéptica, por deducción. El diablo, conociendo la condición humana, aprovecha para confundir a los cristianos de doble ánimo y secos en la Palabra, que desconocen los propósitos de Dios de manera precisa, porque es necesario conocerlos, porque son para vida eterna, espirituales principalmente, y no para llevar una vida carnal y mundana, desviándolos de las ordenanzas y estatutos que ofrecen fortaleza al corazón en medio de las aguas turbulentas de las tribulaciones y de las angustias más inclementes, de las pruebas y tentaciones más duras y difíciles.
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El diablo, con paciencia, los ha empujado con delicada forma hacia el encuentro de las manifestaciones sobrenaturales que no dejan de ser falsas; una excelente imitación de Dios nacida en la mente entenebrecidas del diablo vil para quitarles la atención a los huecos y obtusos creyentes de las Santas Escrituras, para que caminen con prioridad y firme pie en medio de una intrascendente y engañosa doctrina de milagros y sanidades que realmente no dan el ancho cuando son pasados por el mejor detector de mentiras que es la Biblia. La mayoría de estas enfermedades supuestamente «sanadas milagrosamente» son el producto de mentes neuróticas y desequilibradas, hipocondríacas y somatizadoras, que son aliviadas temporalmente por un magistral y soberbio manipulo mentalista, por influjo hipnotista de los oscuros y profanos pastores y líderes espirituales que «arrean vacas y mulas» en las congregaciones pero que no cuidan al las ovejas necesitadas y confundidas. Caro les costará la irresponsabilidad de no «apacentarlas». No negamos que las «milagrosas sanidades» pueden darse en estas congregaciones, pero deberá quedar muy claro quien mueve los hilos atrás del bruno e infernal telón para que sean manifestadas es el mimo diablo, porque: «. . . inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden (los pentecostalistas carismáticos), por cuanto no recibieron el amor de la verdad (creyeron en otro «evangelio», como es «el Evangelio de la Súper Fe» que es anti-Dios. . . Ga.1:6) para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso para que crean la mentira (los falsos milagros y portentos que se dan en las iglesias cristianas carismáticas, y también en las católicas, como he podido observar con gran asombro en algún video existente en la Internet. . . Demasiado listo el diablo socarrón, padre del ecumenismo apóstata y de las mentiras dogmáticas más creíbles y radiantes que parecen de Dios), a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad (aunque no lo crean los pentecostalistas, son ellos los aludidos en el texto), sino se complacieron en la injusticia (injusticia con disfraz de justicia . . . un genio consumado es este inmisericorde Satanás que ha logrado un excelente mimetismo espiritual. . . . . ¡Ni los camaleones lo hacen mejor que él!)» (2 Ts. 2:9-12).
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La verdadera profecía, según las Santas Escrituras, para el que no lo sepa, tendrá que reunir obligadamente ciertas condiciones para que sea auténtica. Si no las reúne, es imposible que sea verdadera, y si alguien cree que es verdadera siendo una mentira, hará de Dios un mentiroso también, porque pensará que de él proviene. Y esto es muy serio y delicado hermanos y amigos míos. La profecía bíblica se define, como ya lo dijimos una vez en un a parte de este blog, como «la predicción de los eventos futuros por virtud de la comunicación directa de Dios» (Strong). Los requisitos que debía presentar para ser veraz eran (en tiempo pasado porque ha dejado de ser): que la declaración se hacía en fecha lejana de los eventos futuros predichos, no debía de existir algo que sugiera que el mero evento era un conocimiento ya previsto, la declaración debía estar libre de ambigüedad, debía de ser precisa la predicción para terminar correctamente su cumplimiento, debía cumplirse exactamente de acuerdo al elemento predicativo. En muchas de las iglesias carismáticas, las profecías que se declaran son situaciones que tienen un cumplimiento seguro por su obviedad, y eso no y tiene nada de extraordinario. Es común oír que: «Dios me ha dicho que Cristo viene pronto», que: «Hermanos, Dios me ha revelado en estos momentos que los tiempos estarán cada vez peor», que: «yo, siervo de Dios, profetizo en el nombre de Jesucristo que habrá cambios climáticos terribles que anuncian el pronto fin de las cosas», etc., pero, ¿qué la Biblia no dice todas estas cosas? No entiendo porqué Dios se tiene que estar repitiendo a cada rato en las congregaciones (volvamos a la obviedad, nuevamente) lo que hace tantos siglos dejó escrito en su Libro Santo. Mt. 7:22 es un texto que muestra a personas bajo el juicio de Cristo que creyeron ser servidoras fieles de Dios y que en realidad no profetizaba, ni hacían milagros, ni echaba fuera demonios en el nombre de Jesucristo. Si el lector es observador, son los acusados los que defiende «su postura de luz gloriosa», que solo es aparente, de imitación divina («made in the hell», y de buena calidad «la hechura»). Únicamente los verdaderos creyentes s de Dios han podido profetizar con certidumbre y echar fuera demonios, y también hacer milagros, sencillamente porque Dios ha estado con ellos. Es negable que los profanos y falsos cristianos hayan podido recibir de una forma u otra el poder de Dios para estas finalidades..
Nicodemo a Señor Jesucristo:
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«. . . Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él» (Jn.3:2).
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Hogaño, las iglesias denominadas como «cristianas », en este caso, las de índole carismático como son las pentecostalistas, son arrastradas con fuerte lazo y sin percatarse a causa de su espiritual raquitismo bíblico por las sendas escabrosas de las múltiples herejías que las están llevando al cumplimiento de la apostasía predicha por Cristo y sus santos apóstoles hace muchos siglos atrás.
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No cabe ni la menor duda que los enjuiciados de Mt. 7:22 son personas que un día integraron, en su mayor parte, las congregaciones pentecostalistas carismáticas «cristianas» porque no hay otros grupos religiosos y sectarios que se ensamblen a la perfección en el texto tratado. Escrute, investigue, analice, medite, y si duda, lea nuevamente el escrito y otros tantos que hablan al respecto y que existen en la valiosa Internet «porque el tiempo está cerca» (Ap.1:3):
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«No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará al reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos« (Mt.7:21).
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¿Nunca se ha preguntado, estimado hermano que nos visita y que nos lee, a quién exactamente se está dirigiendo el Señor Jesucristo en Mt.7:22?:
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«Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad».
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Obviamente Cristo no se esta dirigiendo en el texto de la ocasión a quienes profesan el catolicismo romanista, ni a los Testigos de Jehová, ni a los cristadelfinos, ni tampoco a los satanistas y luciferinos, ni tampoco a los gnósticos, ni a los agnósticos, ni a los novoeristas, menos, a los filósofos e incrédulos. El texto va dirigido nada más ni menos al grupo de personas que tienen una etiqueta de cristiandad y que se caracterizan por practicar el «arte» de exorcizar demonios, que oran por milagros y sanidades sobrenaturales y que profetizan en el nombre de Jesucristo. Se trata, exclusivamente, de las personas que componen las iglesias denominadas como pentecostales o neopentecostalistas (carismáticas) porque solo en ellas se realizan estos actos, regularmente. El resto de individuos o personas, quedan con seguridad, descartadas.
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En el texto ha tratar, la pregunta que hacen los enjuiciados es retórica y defensiva, sarcástica y demandante: « ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre hacíamos esto y aquello. . . ?» Mas el Juez, que es el Hijo del Hombre, da el fatídico veredicto: «Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad». Estas personas en un inicio creyeron con certeza servir a Dios con todo el corazón, fueron sinceros delante de él, pero estaban en lo absoluto errados en los principios doctrinales y que los llevaron a creer en un Dios profano y en un Cristo torcido. Como vemos, en el juicio futuro, será develado su engaño religioso. O se cree bien, o se cree mal. Para tristeza y desgracia, «las buenas intenciones también irán a parar al Infierno de Fuego», porque:
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«Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte» (Pr.16:25).
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En alguna parte de este blog hemos explicado conforme las Escrituras que los milagros y las profecías dejaron de existir definitivamente ya (Un paréntesis: En cierta ocasión, algún cerrado e incapaz por allí me juzgó de ser «un teólogo liberalista». En primer lugar, no poseo credencial alguna que me avale como un teólogo oficial «equis»; en segundo lugar, la teología liberal no aprueba como verdaderos los actos milagrosos de Dios que la Biblia enseña, considerándolos como una soberana falacia. A diferencia de la teología liberalista, yo si los apruebo, porque creo en el infinito e incomparable poder sobrenatural de Dios, que hizo todas las cosas; lo que no apruebo, es la arrogante declaración de los patanes que dicen que por medio de Dios los han hecho, confundiendo: y mayores cosas harán), y es también para los tiempos actuales (1 Co.13:8). Todo lo que el hombre requiera o necesite para ser salvo y santificado lo puede encontrar en la Biblia. No ha nada fuera de ella que pueda ayudarle. Dios es sabio, y por algo existen exactamente sesenta y seis libros integrando el Libro Sagrado de Dios (Heb.1:1). La Biblia da crédito de los actos milagrosos y portentos increíbles de Dios por medio de su Hijo Jesucristo y da testimonio además de que él provenía del Padre Celestial. Ahora que la Biblia está completa, las manifestaciones milagrosas de parte de Dios ya no son necesarias porque tenemos la Palabra fidedigna que respalda su veracidad, que nos muestra con importancia las enseñanzas que nos encaminan al Reino Venidero Terrenal, propósito principal de Dios para con los hombres que están muertos en el pecado y que van directos a la condenación. No hay alternativa fuera del Dios bíblico que pueda salvar.
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¿Necesitamos de más milagros y portentos para saber que provienen de un Dios poderoso y existente? ¿Buscamos a Dios en las iglesias para que nos alivie de nuestros males y enfermedades incurables, para la búsqueda de las comodidades y riquezas que el mundo ofrece cuyo dueño y tirano es el Maligno, o para conocer sus ideales santos que nos han de llevar a su Reino en el futuro? Yo creo, sin temor a equivocarme, que si una persona que se dice ser un creyente en Cristo anhela dentro de sí mirar sucesos milagrosos, aparte de los que la Biblia reporta, no bastándole con los que ya se relatan en ella, he de suponer que esa persona permanece incrédula, no solo al poder de Dios, sino también a él mismo. Quiere estar segura que la prueba bíblica sea fidedigna. Es escéptica, por deducción. El diablo, conociendo la condición humana, aprovecha para confundir a los cristianos de doble ánimo y secos en la Palabra, que desconocen los propósitos de Dios de manera precisa, porque es necesario conocerlos, porque son para vida eterna, espirituales principalmente, y no para llevar una vida carnal y mundana, desviándolos de las ordenanzas y estatutos que ofrecen fortaleza al corazón en medio de las aguas turbulentas de las tribulaciones y de las angustias más inclementes, de las pruebas y tentaciones más duras y difíciles.
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El diablo, con paciencia, los ha empujado con delicada forma hacia el encuentro de las manifestaciones sobrenaturales que no dejan de ser falsas; una excelente imitación de Dios nacida en la mente entenebrecidas del diablo vil para quitarles la atención a los huecos y obtusos creyentes de las Santas Escrituras, para que caminen con prioridad y firme pie en medio de una intrascendente y engañosa doctrina de milagros y sanidades que realmente no dan el ancho cuando son pasados por el mejor detector de mentiras que es la Biblia. La mayoría de estas enfermedades supuestamente «sanadas milagrosamente» son el producto de mentes neuróticas y desequilibradas, hipocondríacas y somatizadoras, que son aliviadas temporalmente por un magistral y soberbio manipulo mentalista, por influjo hipnotista de los oscuros y profanos pastores y líderes espirituales que «arrean vacas y mulas» en las congregaciones pero que no cuidan al las ovejas necesitadas y confundidas. Caro les costará la irresponsabilidad de no «apacentarlas». No negamos que las «milagrosas sanidades» pueden darse en estas congregaciones, pero deberá quedar muy claro quien mueve los hilos atrás del bruno e infernal telón para que sean manifestadas es el mimo diablo, porque: «. . . inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden (los pentecostalistas carismáticos), por cuanto no recibieron el amor de la verdad (creyeron en otro «evangelio», como es «el Evangelio de la Súper Fe» que es anti-Dios. . . Ga.1:6) para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso para que crean la mentira (los falsos milagros y portentos que se dan en las iglesias cristianas carismáticas, y también en las católicas, como he podido observar con gran asombro en algún video existente en la Internet. . . Demasiado listo el diablo socarrón, padre del ecumenismo apóstata y de las mentiras dogmáticas más creíbles y radiantes que parecen de Dios), a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad (aunque no lo crean los pentecostalistas, son ellos los aludidos en el texto), sino se complacieron en la injusticia (injusticia con disfraz de justicia . . . un genio consumado es este inmisericorde Satanás que ha logrado un excelente mimetismo espiritual. . . . . ¡Ni los camaleones lo hacen mejor que él!)» (2 Ts. 2:9-12).
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La verdadera profecía, según las Santas Escrituras, para el que no lo sepa, tendrá que reunir obligadamente ciertas condiciones para que sea auténtica. Si no las reúne, es imposible que sea verdadera, y si alguien cree que es verdadera siendo una mentira, hará de Dios un mentiroso también, porque pensará que de él proviene. Y esto es muy serio y delicado hermanos y amigos míos. La profecía bíblica se define, como ya lo dijimos una vez en un a parte de este blog, como «la predicción de los eventos futuros por virtud de la comunicación directa de Dios» (Strong). Los requisitos que debía presentar para ser veraz eran (en tiempo pasado porque ha dejado de ser): que la declaración se hacía en fecha lejana de los eventos futuros predichos, no debía de existir algo que sugiera que el mero evento era un conocimiento ya previsto, la declaración debía estar libre de ambigüedad, debía de ser precisa la predicción para terminar correctamente su cumplimiento, debía cumplirse exactamente de acuerdo al elemento predicativo. En muchas de las iglesias carismáticas, las profecías que se declaran son situaciones que tienen un cumplimiento seguro por su obviedad, y eso no y tiene nada de extraordinario. Es común oír que: «Dios me ha dicho que Cristo viene pronto», que: «Hermanos, Dios me ha revelado en estos momentos que los tiempos estarán cada vez peor», que: «yo, siervo de Dios, profetizo en el nombre de Jesucristo que habrá cambios climáticos terribles que anuncian el pronto fin de las cosas», etc., pero, ¿qué la Biblia no dice todas estas cosas? No entiendo porqué Dios se tiene que estar repitiendo a cada rato en las congregaciones (volvamos a la obviedad, nuevamente) lo que hace tantos siglos dejó escrito en su Libro Santo. Mt. 7:22 es un texto que muestra a personas bajo el juicio de Cristo que creyeron ser servidoras fieles de Dios y que en realidad no profetizaba, ni hacían milagros, ni echaba fuera demonios en el nombre de Jesucristo. Si el lector es observador, son los acusados los que defiende «su postura de luz gloriosa», que solo es aparente, de imitación divina («made in the hell», y de buena calidad «la hechura»). Únicamente los verdaderos creyentes s de Dios han podido profetizar con certidumbre y echar fuera demonios, y también hacer milagros, sencillamente porque Dios ha estado con ellos. Es negable que los profanos y falsos cristianos hayan podido recibir de una forma u otra el poder de Dios para estas finalidades..
Nicodemo a Señor Jesucristo:
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«. . . Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él» (Jn.3:2).
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Hogaño, las iglesias denominadas como «cristianas », en este caso, las de índole carismático como son las pentecostalistas, son arrastradas con fuerte lazo y sin percatarse a causa de su espiritual raquitismo bíblico por las sendas escabrosas de las múltiples herejías que las están llevando al cumplimiento de la apostasía predicha por Cristo y sus santos apóstoles hace muchos siglos atrás.
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No cabe ni la menor duda que los enjuiciados de Mt. 7:22 son personas que un día integraron, en su mayor parte, las congregaciones pentecostalistas carismáticas «cristianas» porque no hay otros grupos religiosos y sectarios que se ensamblen a la perfección en el texto tratado. Escrute, investigue, analice, medite, y si duda, lea nuevamente el escrito y otros tantos que hablan al respecto y que existen en la valiosa Internet «porque el tiempo está cerca» (Ap.1:3):
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«No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará al reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos« (Mt.7:21).