EN DEFENSA DE LA FE CRISTIANA

Buscamos difundir las doctrinas bíblicas que consideramos verdaderas, tales como el unitarismo, el evangelio del reino de Dios, la fe en Jesús como el Cristo y en su sacrificio vicario, el bautismo por inmersión, el diablo y sus demonios como ángeles caídos, la segunda venida personal y post tribulacional de Cristo, la resurrección de los muertos, la restauración del Israel nacional, la iglesia de los santos, el milenio en la tierra, la destrucción eterna de los impíos, y la vida eterna.

domingo, 24 de enero de 2010

GOBERNANTE, GOBERNADORES Y GOBERNADOS


Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

« Si sufrimos, también reinaremos con él…» (2 Tim. 2:12).

«Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados» (Ro. 8:17).

La Palabra de Dios habla de que habrá un reino de Dios futuro en el mundo. Hay mucha información en la Biblia con relación a esta literalidad. Este gobierno será en esencia una teocracia, una monarquía, pero no en la forma que la presenta el profeta Samuel, es decir, de origen humano-terrenal, pero sí será una monarquía conforme a los propósitos más sublimes y espléndidos del único y soberano Dios. Tampoco será una república, como un autor comenta, debido a que los poderes legislativos, judiciales y ejecutivos no radicarán en este incomparable y generoso gobierno, sino en el que hizo todas las cosas, en el Dios y Rey del Universo y de los Cielos. Esta súper monarquía, no terrena en el panorama de la visión humana, sino de índole celestial, mas fincada en una tierra que habrá de ser restituida para su función, implantará por voluntad del Creador las bendiciones inigualables que sería imposible verlas en un gobierno bajo el mandato del hombre no convertido, cuya naturaleza es conocida como depravada, egoísta y miserable.

En esta teocracia, la estirpe apta y redimida del Señor se someterá a Dios por medio del «hombre», y un «Hombre». En un principio Dios fijó un gobierno teocrático en un mundo que era tan puro y santo, aun no estropeado y devastado por las consecuencias del mortal pecado. Es sabido que el hombre por su rebeldía rechazó el «dominio» del pío Hacedor que le había permitido sobre la reciente tierra en general, pero que lo retomará con Cristo, «el Postrer Adán». Después de la caída, el hombre fue un absoluto incompetente para sojuzgar la tierra bajo el régimen teocrático que Dios estableció, pero la Biblia asegura que él lo restaurará de nuevo en el futuro. El hombre tendrá que ser restaurado antes para hacer intromisión en la teocracia venidera, y si no es así, el fracaso estará asegurado con rotunda certeza y prontitud.

Dios salvó a los pecadores por medio de Cristo, su Hijo Amado. La salvación está cohesionada indefectiblemente con el reino teocrático, y para que éste se desempeñe apropiadamente tendrá que existir un contingente de dirigentes y mandatarios que estarán afiliados en un acuerdo común con Cristo Jesús, el personal representante glorioso de Dios en la teocracia mundial venidera. Tanto Cristo como los súbditos que ingresen al reino teocrático, gobernarán juntos concordes y unánimes. Estos hombres santos vivirán sujetos a Cristo, según las leyes encomendadas por su Padre y Dios.

No cabe duda que las Escrituras afirman que Cristo gobernará el reino teocrático y milenario, y no sólo el Nuevo Testamento lo confirma de modo tal, también el Antiguo Testamento nos confiere pruebas de este acontecimiento importante y trascendental para la raza humana redimida (para esto, véase por favor: Is. 2:2-4; 9:3-7; 11:1-10; 16:5; 24:21-23; 42:1-7, 13; 49:1-7; 51:4-5; 60:12; Dn. 2:44; 7:15-28; Abd. 17-21; Mi. 4:1-8; 5:2-5, 15; Sof. 3:9-10, 18-19; Zac. 9:10-15; 14:16-17).

La evidencia bíblica resuelve que Cristo reinará, textualmente, en el trono de David su padre (Lc. 1:32), en Jerusalén que es «Sion», en «el Monte Santo», según lo visto en el Sal. 2:6, ya que «le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran» (Dn. 7:14). Dios mostrará después del derrumbamiento del los sistemas del mundo seglar (Dn. 244:-45) su soberanía excelente y perfecta a los individuos salvos del mundo entero que con agrado y santidad le servirán en amorosa sumisión.

La Biblia sostiene que habrá «un gobernante», «gobernadores» y «gobernados» en la era milenaria y teocrática de Cristo. En este incomparable y hermoso período de gran paz y equidad, Cristo será «el soberano de los reyes de la tierra» (Ap. 1:5), «el Rey de reyes y Señor de Señores» (Ap. 19:16). Él reinará sobre sus súbditos que a la vez «reinarán» al lado del Mesías Hombre («…y reinarán con el mil años», véase en Ap. 20:6).

El Señor Jesucristo reveló sin ambages ni vueltas teológicas a sus doce discípulos que «les daría autoridad sobre las doce tribus de Israel». Esto sugiere una autoridad gubernamental delegada por el Divino Padre. Echemos un vistazo al texto siguiente que es prueba de lo que argumentamos:

«Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel» (Mt.19:28).

Es un hecho bíblico que durante el reinado teocrático de Cristo gobernarán autoridades de menor rango para una organización correcta y justa dirección. En la parábola de «Las Diez Minas,» en Lc. 19:12-28, se señala con bastante y positiva claridad que algunas personas «tendrán (“se les dará”) autoridad sobre Diez y Cinco ciudades en el reino». Su compromiso y deber será con el líder de la tribu correspondiente, y éste, con Cristo, quien a su vez será responsable ante Dios como «Cabeza del Reino». Se tomará en cuenta, que esta clase de revelación no es exclusivamente Novo Testamentaria; el Antiguo Testamento da fe también de la misma razón:

«Así dice Jehová de los ejércitos: Si anduvieres por mis caminos, y si guardares mi ordenanza, también tú gobernarás mi casa, también tú guardarás mis atrios, y entre estos que aquí están te daré plaza» (Zac. 3:7).

Por lo tanto, inequívocamente, los creyentes en Cristo recibirán el reino para gobernar con «autoridad». No es complicado dilucidarlo en los textos bíblicos que a continuación se presentan:

«Y al que hubiere vencido, y hubiere guardado mis obras hasta el fin, yo le daré potestad (autoridad) sobre las gentes; y las regirá con vara de hierro, y serán quebrantados como vaso de alfarero, como también yo he recibido de mi Padre…» (Ap. 2:26-27).

El Señor propone «dar» (dóso, gr.) al que «venciere» «autoridad» (exousían, gr) o «potestad» «sobre las naciones». En el libro de las Revelaciones es bastante común apreciar que los verdaderos creyentes en Cristo serán partícipes directos en el gobierno del reino de Dios en la tierra.

El próximo verso no deberá dejar ninguna incertidumbre al respecto:

«… y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre, a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén» (Ap. 1:6).

El Señor ha constituido «entregar toda autoridad sobre las naciones al que venciere y guardare sus obras hasta el fin». El libro de Daniel indica que los santos recibirán en el reino, y es lógico, para reinar sobre él:

«…hasta que vino el Anciano de días, y se hizo justicia a los santos del Altísimo; y llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino» (Dn. 7:22).

«…y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán» (Dn. 7:27).

Dios les bendiga siempre.