Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
«Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió» (Jn. 7:16).
Fue en el tercer siglo de nuestra era, cuando Sabelio, un presbítero cristiano que vivió en el Norte de Africa, empezó a promulgar que Jesús era el mismo Jehová del Antiguo Testamento. Para Sabelio, Jesús era el único “dios” pero identificado con “nombres diferentes”. De tal manera que el Padre y el espíritu santo muestran ciertos rasgos de la naturaleza o del carácter de Jesús. Este pensamiento o domga, vino a conocerse como «modalismo», por los distintos nombres o “modos” que se han utilizado para identificar a Jesús. Este pensamiento herético fue tan fugaz en su presentación (antes de concluir el siglo IV, dejó de ser), pero resurgió en el siglo XX (1913) con perjudicial y formidable potencia. Son Iglesias modalistas, la Iglesia Pentecostal Unida, la Iglesia Apostólica de Fe en Jesús, Luz del Mundo y otras más, que son libres o autónomas.
No es complicado para el avezado en las cuestiones fundamentales de la Biblia, el percibir que Dios, el Padre, y Jesús, el Hijo, poseen personalidades bien definidas y peculiares, absolutamente diferentes, adversando con lo que el modalismo afirma, según lo que hablamos en párrafos anteriores. Cuando Jesús era apenas un jovencito de doce años, hace una notoria distinción entre su Padre y él: «¿No sabéis que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?» (Lc. 2:49). Jesús nunca jámas se adjudicó ser el Padre. En su alusión precisa sin ninguna incertidumbre que los «negocios» donde se involucraba pertenecían a su Padre y no a él. Esta situación tiene una relación coherente e indiscutible más adelante, y es cuando Jesús menciona que las palabras que él hablaba no eran suyas, sino del Padre que lo había enviado. Las pruebas podrá verlas querido y amable lector en Jn. 5:19, 30, 36; 6:38; 7:16.
Entre Jesús y Dios existen distintas particularidades como seres individuales, aunque implicados en un próposito común y espiritual para con los hombres pecadores: el de su salvación. La Biblia muestra la enorme desigualdad que los identifica como dos personas aisladas y no como un solo agente o sujeto. Ejemplos, los siguientes:
El Padre ha «entregado» todo juicio al Hijo (Jn. 5:22).
El Padre «conoce» el retorno del Hijo al mundo. Jesús el Cristo «desconoce» su venida (Mr. 13:32).
El Padre «glorifica» al Hijo, pero el no se “autoglorifica” por su propia cuenta (Jn. 8:50, 54).
El Padre «ama» al Hijo, y el Hijo «ama» al Padre (Jn. 3:35; 5:20; 10:17; 14:31; 17:23, 24).
Dios le «entergrará» a Jesús el Cristo el Trono de David, su padre (Lc. 1:32).
El espíritu santo de Dios «concibió» (engendró) a Jesús el Cristo en el vientre de la virgen María (Mt. 1:18, 20).
Jesús el Cristo hace una nítida diferenciación entre su ubicación «terrenal» con la «celestial» del Padre. Es improbable por tal cosa, identificar a Jesús con la persona de Dios:
«Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre» (Mt. 6:9).
Jesús el Cristo «ruega» al Padre para que «perdone» a sus injuriadores. ¿Es posible con la próxima y tan evidente prueba qué los modalistas continuen aun creyendo neciamente qué el Padre y Jesús el Cristo sean la misma persona?
«Y Jesús decía: Padre, «perdónalos», porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes» (Lc. 23:34).
Jesus el Cristo en su «pluralización» resuelve que Dios es una persona y él otra («vendremos»; «haeremos»):
«Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y «vendremos» a él, y «haremos» morada con él» (Jn. 14:23).
Hay otros textos más que enseñan que Jesús el Cristo y Dios «son dos personas distintas», siendo muy dificultoso para un servidor, por su cuantioso número, colocarlos todos aquí. Creo que este esrito por demás sencillo, basta para derrumbar cualquier argumento modalista que trate injustificadamente de identificar a Jesús el Cristo con Dios y con el espírtu santo.
¿Es usted “modalista”, amigo que nos lee?
¡Qué espera entonces para cambiarse al “bando correcto”, el del unitarismo bíblico y verdadero!; el que enseña que Dios es Uno, y Jesús el Cristo, su Hijo Amado y Señor:
«. . .para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él» (1 Co. 8:6).
Gracias honorables lectores. Dios les bendiga siempre.