EN DEFENSA DE LA FE CRISTIANA

Buscamos difundir las doctrinas bíblicas que consideramos verdaderas, tales como el unitarismo, el evangelio del reino de Dios, la fe en Jesús como el Cristo y en su sacrificio vicario, el bautismo por inmersión, el diablo y sus demonios como ángeles caídos, la segunda venida personal y post tribulacional de Cristo, la resurrección de los muertos, la restauración del Israel nacional, la iglesia de los santos, el milenio en la tierra, la destrucción eterna de los impíos, y la vida eterna.

domingo, 30 de mayo de 2010

LA NO PREEXISTENCIA DEL HIJO DE DIOS


Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

Daniel tuvo el invaluable privilegio de mirar una visión futurista del Cristo de Dios, del Mesías Humano exaltado a la Derecha del Altísimo, cuando éste le otorgaba todo poder y autoridad para gobernar el mundo restituido y venidero juntamente con sus santos:

«Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido» (Dn. 7:13, 14).

No se trata de una visión de la preexistencia del Hijo de Dios la que el profeta y estadista observa. Lo que en realidad Daniel ve, es una visión escatológica del Señor Jesucristo, tan posterior a su resurrección y a su ascenso hacia el glorioso sitio del Padre y Dios (Hech.1:9-11). Es únicamente después de su ascensión que Cristo recibe la autoridad para gobernar la tierra renovada, y no antes, en una forma preencarnada como el impoluto trinitarismo católico- protestante sostiene:

«Dijo (Jesús el Cristo ), pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver» (Lc. 19:12).

No es dificil entender aquí que Jesús el Cristo dejaría el mundo para subir al cielo y recibir del Padre el Reino: uno terrenal (Sal. 2; Mt. 5:5; Ap. 5:10; Ap.11:15), y también milenario (Ap. 20:4, 6), al serle delegada suprema autoridad para gobernarlo. Esto descarta la idea de que Cristo haya existido en una condición preexistente y que poseía antes de la creación de todas las cosas una facultad de dominio y de poder idéntica a la del Padre, por su “co-igualdad” con él. Si ya la tenía, ¿para qué dársela de nuevo?

La doctrina de la preexistencia de Cristo no es bíblica, sino pagana en esencia. Se deriva por un lado de la filosofía griega y por otro lado del gnosticismo antiguo. Ya para el Siglo II de nuestra era, vemos a Justino Mártir y a otros divulgando a grito abierto el cristianismo como “la filosfía de las escuelas”. Para los estoicos su “logos” es equiparable, semejante al Logos de Juan (La Doctrina de la Trinidad: La Herida Autoinfligida del Cristianismo. A. Buzzard). Juan el apóstol no vio en su Logos un ser o agente preexistente manifestado en una segunda persona de una supuesta trinidad incomprensible, de la manera que lo concibió Justino Mártir, fiel simpatizante de la filosofía platónica. Para Juan, el Logos no era más que la «actividad auto-expresiva» de Dios en el que el Hijo se hallaba como uno anticipado en los propósitos divinos para con la humanidad perdida a causa del pecado, es decir, que sólo existía en la mente de Dios como una designio el cual sería consumado en la persona del Cristo Humano y que sus coetáneos miraron deambular en los escabrosos parajes de Israel hace aproximadamente unos dos mil años. El “logos” de Justino Mártir, fue determinate para la conclusión errada del Credo Calcedónico (451 d. C.), donde se establece bajo el fundamento de la perspectiva caprichosa de la mente la segunda persona de la trinidad y el concepto confuso e indecifrable de su “humanidad” y “divinidad”. Para Justino Mártir no le fue nada dificil ver el Logos de Juan como el logos que los griegos expeculadores concibieron porque su educación y formación anterior a su “cristianismo” fue dentro del las doctrinas filósoficas griegas.

La filosfía griega vino a sustituir la verdadera connotación del Logos del Nuevo Testamento por uno completamente espurio, extraño en demasía. El Cristo preordenado como idea en la mente de Dios, como la Biblia lo presenta, es traslapado a un agente indefinidamente adherido y co-igual a dos personas más que formalizan una trinidad que es más bien politeísta y que sin duda antagoniza con el monoteísmo hebreo y que el mismo Señor Jesucristo enseñó, sin jamás adjudicarse una “igualdad” con el Padre:

«Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es» (Mr.12:29).

16,8. «Por eso quedan fuera de la Economía todos los que con pretexto de la gnosis piensan que uno es Jesús, otro el Cristo, [927] otro el Unigénito, otro más el Verbo y otro el Salvador, el cual sería una emisión de los Eones caídos en deterioro como dicen los discípulos del error; éstos son por fuera ovejas -pues en el exterior parecen semejantes a nosotros porque hablan de cosas parecidas a nuestra enseñanza- pero por dentro son lobos (Mt 7,15) cuya doctrina es homicida, pues imaginan muchos Dioses y fingen muchos Padres, y según muchos aspectos reducen y dividen al Hijo de Dios» (Ireneo de Lyon. Contra los Herejes).

16,6. «Todos aquellos de que hemos hablado también confiesan un solo Jesucristo con la lengua, pero se burlan de sí mismos al pensar una cosa y decir otra -pues sus hipótesis son múltiples, como lo hemos demostrado, por ejemplo decir que es uno el que nació y sufrió, y éste sería Jesús, y otro el que descendió sobre él. Este sería el que también ascendió, al cual anuncian como el Cristo. Y el Demiurgo sería distinto del Jesús de la economía que nació de José, del cual arguyen que es el pasible, y otro distinto de ambos sería el que descendió de entre los seres invisibles e inenarrables, el cual pretenderían que es invisible, incomprensible e impasible-, errando así de la verdad, porque su gnosis se aparta del Dios verdadero» (Ireneo de Lyon. Contra los Herejes).

Por otro lado la preencarnación de Cristo, es una dogma que se deriva del gnosticismo. El gnosticismo (se ha debatido si el gnosticismo surgió de las religiones del Oriente o del Platonismo helenista) sostuvo la creencia de seres preexistentes o “aeones” que podían descender del nivel o lugar espiritual de donde provenían para “encarnarse” en cuerpos humanos temporalmente. Tales cuerpos eran luego abandonados por estos “aeones” porque se afirmaba que “toda materia es inherentemente mala”(dualismo gnóstico). De cierto modo, el cristianismo antiguo fue influenciado por el gnostiscismo para tornarse un cristianismo gnóstico, estructurando un Cristo prehumano que derrumba hasta más allá de los “suelos” la verdadera filiación humana y excepcional del Hijo de Dios principia en su engendramiento sobrenatural por el espíritu santo en una mujer virgen y no por una unión convencional de dos células sexuales heterogénicas, tan distintiva en los seres biológicos que pertenecen a la raza humana (véase por favor Is. 9:6; Mt. 1:20, 21; Lc.1:35). Para el gnostiscismo docético, el “cristo divino” descendió sobre el “Jesús humano” para dejarlo un cierto tiempo después.

Juan el apóstol combatió ferozmente las peligrosas conceptualizaciones del gnosticismo que influenciaban a los miembros sinceros de la Iglesia de Jesucristo. El apóstol amado se opuso decisivamente al dogma gnóstico de la preexistencia de Cristo y de su encarnación humana. Para Juan, el origen de Cristo es en el «momento de su nacimiento» y no antes de éste. Su filiación es puramente humana, como lo demuestra su genealogía terrenal (Mt. 1:25; Lc. 3:23-28). Su «individualidad» no está relacionada con una pretendida preexistencia sino en su existencia como Hombre. Su legítima «personalidad humana» queda confirmada en el siguiente texto juanino:

«En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo» (1 Jn.4:2-3).

Amén.

Dios me los bendiga mis hermanos y amigos que nos visitan.