EN DEFENSA DE LA FE CRISTIANA

Buscamos difundir las doctrinas bíblicas que consideramos verdaderas, tales como el unitarismo, el evangelio del reino de Dios, la fe en Jesús como el Cristo y en su sacrificio vicario, el bautismo por inmersión, el diablo y sus demonios como ángeles caídos, la segunda venida personal y post tribulacional de Cristo, la resurrección de los muertos, la restauración del Israel nacional, la iglesia de los santos, el milenio en la tierra, la destrucción eterna de los impíos, y la vida eterna.

sábado, 4 de septiembre de 2010

EL -LLAMADO- Y LA -REGENERACION-

Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)

Hech. 16:31 Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.

Los calvinistas (los hiper y los no tan hiper) discurren que la “regeneración espirtual antepone a la fe para que el nuevo nacimiento se logre efectuar”. Esto se desprende de la presunciosa opinión que sostiene que los hombres, a causa de su naturaleza corrompida y depravada, se hallan completamente incapacitados para acercarse a Dios, y vale decir para que no quepa la menor duda, en lo “más mínimo”. Por tal motivo, es preponderante que sean regenerados en un principio para que puedan “creer y salvarse”. Para el calvinismo el hombre inconverso se encuentra muerto total y espiritualmente en sus pecados, exiguo para ejercer una conducta de fe para que sea regenerado después, según la doctrina que proclama y que recibe el nombre de «la depravación total del hombre». Tal doctrina propone que el hombre inconverso por motivo de su entera y muy íntima depravación carnal no está apto en nada para tomar por sí solo la importante [decisión] para creer en Cristo que salva. Las Escrituras nos aluden que la «vida en Cristo» se adquiere por «creer» primero, y no al revés, como lo aseguran con ostentación los hijos de Juan Calvino. Miremos, pues, la prueba bíblica a este respecto (énfasis con corchetes):

Jn. 20:31 Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que [creyendo, tengáis vida en su nombre].

Jn. 3:15 . . . para que todo aquel que en él [cree], no se pierda, mas tenga [vida eterna].

Jn. 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él [cree], no se pierda, mas tenga [vida eterna].

Juan declara con tanta sencillez que «el que cree en el Hijo tiene vida eterna» (véase por favor Jn. 3:36). Estos versos jamás nos inducen a pensar que la regeneración espiritual de los individuos sea primero para que la salvación se dé como resultado de haberse creído en Cristo. Los textos anteriores nos hacen ver que la perfecta secuencia establecida en la Palabra, inalterable como la perfecta y equilibrada secuencia del orden de los aminoácidos que componen el DNA biológico de los seres vivos que habitan en el mundo: «creer-vida».

Y para cerrar aquí con broche de oro:

Hech. 16:31 Ellos dijeron: [cree] en el Señor Jesucristo, y serás [salvo], tú y tu casa.

El calvinismo mira al pecador como una persona espirtualmente muerta que carece de toda iniciativa para salvarse, cual “cuadripléjico impedido para mover un solo dedo para rascarse la irritada punta de la nariz”. Esto surge de una apreciación torcida de Ef. 2:1. Esta mal lograda conceptualización emana de la analogía del hombre que ha muerto físicamente y que ha quedado sin ninguna función vital neurovegetativa, incapacitado en su pedurable inconciencia para moverse y pensar. Esta mentira es una del tamaño del universo, porque no hay otra cosa más grande con la que se compare, sin exagerar. En la [muerte espiritual] el hombre [no ha perdido su capacidad] para realizar una infinidad de cosas, incluyendo el llevar a cabo resoluciones independientes y apropiadas para con su vida. Su voluntad se encuentra íntegra, no ha dejado de concebir pensamientos razonablemente convenientes. Esto es lo suficiente para que sea capaz de tomar la decisión de [creer] para salvarse, pese a su condición extremadamente pecaminosa.

Todos los hombres del planeta tierra han sido hechos a [semejanza de Dios]. Poseen ciertos atributos del Divino Ser denominados como «trasmisibles» (Gn.1:26; 3:22; Stg. 3:9). El ser humano es un agente moral por naturaleza, potencialmente inclinable a la búsqueda sincera de Dios. Existen hombres malvados en exceso pero que en cierto momento de sus vidas creerán en Cristo y se salvarán; pero hay otros que ante los ojos de los hombres son un loable ejemplo de buena conducta moral pero que nunca experimentarán el privilegio de la salvación por la sencilla razón de no haber [querido] creer. Esta evasiva para «no creer» es deliberada en un cien por ciento. La naturaleza moral conjuntada con su libre albedrío, inherentes en todos ellos, hará la gran diferencia entre [rechazar] o [creer]. O se acepta a Cristo como el Mesías de Dios, o se le rehaza sin miramientos. Cualquiera de las dos situaciones se consolidarán por la voluntad individual de cada hombre de esta tierra. No hay más. Independientemente si se sujetan o no a las leyes cívicas impuestas en la sociedad.

La fe cristiana será «engendrada» en el instante preciso en que la persona, muy conciente de esto, escuche la Palabra de verdad y la acepte voluntariosamente. Será entonces que el proceso de la [regeneración] por el espíritu santo [ocurrirá] en el interior del hombre, ya que la [fe] «viene por el oír y el oír por la Palabra». La fe principia en la Palabra de Dios. (Ro. 10:17). «Nadie puede ser regenerado antes de oírla». Necesariamente, amable lector, la [fe antecede a la regeneración].

Concluimos sin miedo ni sospecha a equivocarnos que los hombres no se acercan a Dios, no “porque no estén regenerados”, sino porque en realidad [no quieren hacerlo]:

Jn. 5:40 . . . y [no queréis] venir a mí para que tengáis [vida].

Muchos son «llamados» (klëtoi, gr.) a salvarse por medio de la Palabra de verdad, pero «pocos» son los que la considerarán en forma volitiva para recibir vida eterna, y estos son los verdaderos «escogidos» (eklektoi, gr.), según Mt.22:14. Cuando la Biblia dice que «pocos son los escogidos», no significa que Dios ha tomado una postura indiferente para cierto número de individuos de estos «muchos». Las Escrituras nunca mencionan que “no serán regenerados por él para que no comprendan el mensaje de vida”. Tal cosa es antibíblicamente proterva. «Llamar» significa, dar [señales], [citar], [invocar], [atraer]. El que «llama» está [interesado] en el que es «llamado». Se dan voces para «llamar» la atención para un fin o propósito. Esto es [llamar]. Se predica el Evangelio para «llamar» la atención de los oyentes con el deseo de que [escuchen] y reciban la buena «vida eterna». El que [escucha] y [cree] correctamente, será [salvo]; el que no, será [condenado] (Mr.16:16). Infortunadamente, la mayoría de las gentes [no escucharán por no quererlo], y por tal motivo se perderán para siempre. En el «llamado» hay de por medio siempre un «interés». Poco o mucho, siempre lo hay. Usted llama a sus hijos para que coman, para que se duchen, para que cenen, para que se sienten en la mesa para que cumplan con sus tareas escolares exigidas donde estudian, para advertirles de los peligros que otorga jugar en la calle en medio de un fluido tráfico de autos, etc. En esto hay un interés inegable. O por un conveniente interés usted [llama] a una persona por demás confiada para sacarle con marrullerías un buen fajo de billetes verdes. Yo no «llamo» a nadie si no hay razón para hacerlo. Dios «llama a muchos» para que se salven; la cuestión estriba en que cada uno estabelce un resultado diferente por su propia voluntad. Si es verdad que Dios regenera a «algunos» antes de creer, entonces estos [algunos] habrían de ser los «pocos escogidos» que menciona Mt. 22:14b. No tendría motivo que Dios [llamara a muchos] y acordara selectivamente escoger con previedad y con capricho a pocos para salvarlos. Esta es una terrible contradicción que el calvinismo ha abrigado. Le será muy complicado safarse de ella, mientras continue considerando esta clase de descabelladas extravagancias.

El [llamado] de Dios implica ese acto de la [Gracia Divina] en el cual el Señor propone antes de que el hombre sea regenerado a que acepte por medio de la fe la salvación provista por su Hijo Jesucristo. La Biblia arguye que la salvación es ofrecida a [todos]. Es brindada a los «predestinados» (Ro.8:30), a los que están «trabajados y cansados» (Mt.11:28), a «todo el que cree» (Jn.3:15, 16; 4:14; 12:26; Ap. 22:17), a «todos los términos de la tierra» (Is. 45:22; Ez. 33:11; Mt. 28:19; Mr.16:14; Jn.12:32; 1 Ti. 2:4; 2P. 3:9), y por último, a «todos los que encontréis» (Mt. 22:9).

Dios anhela que cada ser humano se salve, y propone ayudar a quienes optan por buscarlo. El desea que cada persona del mundo se salve. El principal impedimento que hay para la salvación es la voluntdad intrínseca del hombre. Dios no ayuda a algunos “regenerándolos” previamente para que crean y luego se salven; él no abandona a otros a su suerte para que se pierdan inexoralemente. Los mecanismos de la salvación calvinista son «arbritarios y monstruosamente crueles».

Dios «llama» a los hombres pecadores por medio de su Palabra (Ro.10:16, 17; 2 Ts.2:14), los incita, los persuade por medio de su espíritu santo para que crean en Cristo mucho antes de que sean regenerados (véase por favor Jn.16:8; Gn.6:3; He. 3:7, 8), los llama por medio de sus siervos (2 Cr. 36:15; Jer.25:4; Mt. 22:2-4, 9; Ro.10:14, 15).

La regeneración es vista en la Biblia como una obra de Dios. Por su «voluntad somos nacidos» (Jn.1:14), y por tal motivo venimos a ser «nuevas criaturas» en Cristo (2 Co.5:17). «Dios por su voluntad nos hizo nacer por la Palabra de verdad» (Stg. 1:18). El nuevo nacimiento está determinado en la fe del que fue crucificado (Jn.3:14-16), nuestra regeneración se establece en la resurrección de Cristo (1 P.1-2). La Palabra de Dios es imprescindible para nuestra regeneración (mírese por favor Jn.3:5; 1 P.1:23).

De tanta importancia es mencionar, como un complemento infaltable de lo que se ha tratado, por su relación que tiene con la regeneración que se instituye al creer en Cristo, que nosotros como hijos de Dios [estamos] en la mente de Dios y [somos] en Cristo [antes] de que se sucitará la [elección]. Sólo en Cristo se viene a dar la [elección y la predestinación]. En su «presciencia» Dios conoció a los que aceptarían (creerían) a Cristo para estar en él (énfasis mios con corchetes):

Ef. 1:4, 5 . . . según nos [escogió] en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos [predestinado] para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad . . .

1 P. 1:2 . . . [elegidos] según la [presciencia] de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.

La palabra «predestinar» no está vinculada, como el calvinismo cree de manera equivocada, con la «selección» que Dios ha hecho para que una cantidad limitada de personas se salven, dejando al margen a otras en nada privilegiadas para que se pierdan. Cuando un individuo llega a convertirse al creer, es en ese trascedental instante que viene a ser un «escogido» de Dios, «adoptándolo» el Señor Dios como «hijo suyo» (Jn.1:12). Esto acontece exclusivamente después que la persona cree en Jesucristo. La predestinación se cristalizará con efectividad cuando una persona viene a Jesucristo, solamente. El cristiano vendrá a ser uno «elegido» (eklectos, gr.), porque « . . . habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad . . .» (Ef.1:5).

La palabra «predestinación» proviene del término griego «proorizo» y cuyo significado es «marcar límites», o «delimitar anticipadamente». Dios es su «presciencia» conocía antes a quienes recibirían a Cristo. Al recibir a Cristo, llegan a ser sus «escogidos». «Dios trazó los límites para la vida de aquel como un hijo, la de una vida sin mancha delante de él, en amor».

La [elección] se fundamenta, por lo tanto, en el [preconocimiento] de Dios, no se basa en una regeneración prevista en las personas incrédulas que les ayudará a creer. El próximo texto, sustenta lo anterior así:

Ro.8:29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.

Dios ha «prefijado los límites», los ha «predestinado» para las vidas de los que ha «escogido» antes con la finalidad de que «sean hechos conforme a la imagen de su Hijo» (Ro.8:29).


Gracias.

Dios les bendiga siempre.

Reina Valera 1960.

Manual de Teología Bíblica. Dr. Stanton Richardson.

Comentario al Texto Griego del Nuevo Testamnto. A.T. Robertson.

La Regeneración Precede a la Fe? Iglesia Bíblica de Middletown.